lunes, 21 de octubre de 2013

Teoría del momento culminante. Henri Cartier





Por Creystink Guido
Henri Cartier es el impulsor de la idea de captar el instante decisivo en el ámbito de la fotografía.
Desde su infancia le atraía la pintura e imágenes de carácter deportivo publicadas por las revistas francesas y alemanas de los años 30. A la vez, poseía capacidad única para capturar el momento efímero en que la importancia del tema se da a conocer en la forma, el contenido y la expresión.  A este fenómeno lo llamó el momento decisivo.
Referente a su técnica jamás recortó los negativos, se positivaban completos, sin encuadrar ni cortar nada. Realizó fotografías en prácticamente todo el mundo y fue el primer fotógrafo en exhibir en el museo del Louvre, en París.
Su afición como fotógrafo lo llevó a trabajar en grandes periódicos internacionales y fundó con Robert Capa, David Seymour y George Rodger el grupo “Magnum photos”.
Su talento residía en que comprendía fácilmente las cosas y poseía un instinto que le llevaba a encontrarse siempre en el lugar y momento apropiado para apretar el disparador cuando la situación alcanzaba el momento culminante, lo que le llevó a captar algunas de las fotografías más impactantes de la historia. A la vez, para Henri las fotos debían transmitir la realidad en su esencia.
Cartier Bresson manifestó esta manera de entender la fotografía con su fotolibro “The Decisive Moment” en el cual inmortalizó imágenes de gran fuerza y otro de sus libros importantes fue el que publicó en los años 50: “Imágenes a la Sauvette” que es todo un legado y compendio del significado, técnica y utilidad fotográfica.
En sus últimos años de vida y con el fin de preservar el legado de su trabajo crea junto a su mujer la Fundación Henri Cartier Bresson, en un elegante taller situado en el barrio parisino Montparnasse, donde además se exhiben las colecciones de otros fotógrafos y se ha convertido en un espacio de reflexión para los artistas.
Para poner una identificación en una perspectiva más completa, se podría agregar que es probablemente el único foto-reportero que estudió pintura con André Lhote, el académico más importante del cubismo, o también que relativamente pocas de sus imágenes están relacionadas con eventos periodísticos en el sentido tradicional.
También sus mejores fotografías han sido hechas no por encargo, sino más bien por la fascinación del mundo a su alrededor.
El mejor trabajo de un fotógrafo es generalmente hecho para él mismo.
Por otra parte, sin minimizar el valor de su trabajo como reportaje, es preciso recalcar que las fotografías de Cartier-Bresson son reverenciadas por otros fotógrafos porque son esencialmente bellas. Poseen gracia, equilibrio, sorpresa, economía, tensión y un chispazo visual.
Esto no es para sugerir que las fotografías de Cartier-Bresson sean abstracciones. Surgen de una respuesta a una vida específica; su elocuencia formal es un tributo a su sentido humano. Si fueran menos que eso, para Cartier-Bresson, serían soluciones sin problemas.
Bresson insistió constantemente sobre el hecho de que es imposible aprender el arte de la fotografía. El tenía talento de comprender rápidamente las cosas y fue así como consiguió arrancar la realidad al pasado, de reproducir una imagen fiel de la realidad.
Su forma de fotografiar sólo se concibe a partir de este postulado. Porque el instante del que se habla, considerado “decisivo”, lo es únicamente en el contexto de una situación vivida: para ser comprendido, debe tener una relación directa con la realidad.

De todas las fotografías y aquellas obras que abundan por el universo Bresson, son muchas las que merecen citarse; toda su obra es un conjunto de acertados disparos, precisas miradas en un momento concreto que hace de su trabajo, un ejemplo de talento y tesón. Siempre al servicio de la fotografía; del arte de fotografiar.
Este fotógrafo fallece en Agosto del 2004, a sus 95 años de edad.

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